HISTORIA DE LA LÁMPARAS

 

Las lámparas antiguas

El fuego es utilizado por el hombre desde tiempos remotos. En la región de Chesowanja en Kenia está el yacimiento más antiguo descubierto donde aparecen restos de huesos, herramientas y fragmentos de arcilla calcinada. Según los arqueólogos que lo excavaron, hay evidencias de la utilización del fuego en este sitio arqueológico por lo menos desde hace un millón de años. El fuego al principio había servido para defenderse y tenía tres funciones básicas como la de cocinar, calentar e iluminar. Con el paso del tiempo, ésta última función fue la primera en escindirse de esa unidad. La fecha y el origen de la primera lámpara se desconoce, aunque fue uno de los inventos más grandes de la Humanidad. 


En el Paleolítico Superior, posiblemente se utilizaron piedras o recipientes cóncavos como lámparas para acompañar algún tipo de ceremonia. Algunos estudios recientes sugieren que también se utilizaron para pintar en el interior de las cuevas rupestres.  En la cueva de Altamira, las pinturas  abarcan un período  que va desde el año 36.000 a. C. hasta el 16.000 a. C. y parece ser que se utilizó algún tipo de luminaria para su realización. Lámparas rudimentarias de piedra cóncavas cuyo combustible era sebo y grasas animales con mechas vegetales o tendones. En el Neolítico, hacia el 8.000 a. C. aparecen los primeros cuencos modelados de arcilla con forma redondeada con una mecha inclinada en el borde como se aprecia por la parte ennegrecida donde se situaba la llama. Aunque la utilización del aceite de oliva no aparece hasta la Edad del Bronce (4.000 a. de C.) cuando se recolecta una variedad silvestre de olivo africano y oriental que fue adoptado inmediatamente como alimento, ungüento y fuente de iluminación ritual. La lámpara de aceite que sustituye a la primitiva hoguera es el primer salto tecnológico de gran envergadura para el posterior desarrollo humano. La primera forma de lámpara es el cuenco y en el último período de la Edad del Bronce se produce un leve cambio de forma cuando se pellizca el borde donde se sitúa la mecha. Posteriormente los bordes fueron presionados hacia adentro para formar cuatro canales; este estilo duró cerca de doscientos cincuenta años y después desapareció para siempre. En la Edad del Hierro (1.500 a. de C.) se sigue la misma técnica del pellizcado, a la vez que un borde característico recorre todo el perímetro. La evolución posterior incorpora una base cada vez más plana.

 

Los fenicios

Los fenicios introdujeron el olivo en su largo peregrinar comercial por todo el Mediterráneo, aunque en la península ibérica ya existía una variedad silvestre como el acebuche. Las lámparas fenicias son recipientes abiertos con uno o varios pellizcos para las mechas. Las lucernas tirias y púnicas tienen el aspecto de conchas marinas o naves como si fueran un símbolo de su actividad marinera. Sus formas características se parecen a las conchas veneras que recogían del mar y posiblemente utilizaban como lámparas.  El desarrollo y extensión del cultivo del olivar supuso una revolución en las formas de vida mediterráneas que afecta directamente a la iluminación en los interiores de las viviendas y los espacios públicos. Esta nueva forma de alumbrarse desplaza a las antiguas velas y teas hechas con grasa animal cuando no a la simple hoguera de la Edad del Hierro.      

La presencia fenicia en la península ibérica comienza con los comerciantes tirios que fundaron Cádiz en el siglo XII a. C., llega a su apogeo hacia el 750 a. C. y entra en decadencia en el año 500 a. C. al comenzar la época púnica. Los colonizadores escogieron los enclaves que ofrecían mayor seguridad para fondear los barcos y a la vez facilitar la defensa. En esta época la extracción de minerales, sobre todo plata, se localizaba en las regiones de Riotinto y Aznalcollar, siendo la antigua Gadir su salida natural al mar. Posteriormente, en el siglo VIII a. C. aparecen numerosos asentamientos  que responden a una doble necesidad comercial y logística. Así, se producen las primeras actividades de carácter industrial en la Península Ibérica como la producción de cerámica y salazones para el propio consumo y la exportación. Entonces aparecen las primeras lucernas fabricadas en España. El material cerámico encontrado en los yacimientos es muy variado; junto  con ánforas, jarrones y lucernas fenicias se encuentran restos púnicos, griegos, etruscos e ibéricos que demuestran un activo comercio. Los restos hallados en Los Toscanos consisten en la vajilla de barniz rojo (engobe rojo) como son los jarros de boca de seta y las lucernas de dos mechas además de ánforas para el aceite.


Grecia

La voz latina lucerna viene de la griega lychnus que designaba cualquier utensilio que producía luz con una mecha empapada en aceite. Su etimología venía de griego poético lyke que significaba alba o crepúsculo y derivó en la lux latina. El primer cultivo del olivar se desarrolló en un área que abarca Palestina, Creta y Egipto. En el área de Micenas y Tirinto existen testimonios de su presencia  antes del 1.500 a. de C. En las excavaciones de 1876, los arqueólogos alemanes descubrieron semillas de olivo y lámparas de aceite en el Peloponeso. Desde épocas muy tempranas la producción aceitera griega, junto con la fenicia, invade el Mediterráneo transportada en ánforas y odres de piel. El mismo origen de Atenas está relacionado con el aceite de oliva. Según la mitología, Zeus interviene en la lucha entre Atenea y Poseidón por la protección de la ciudad. Establece que el dominio del territorio sería para quien fuese capaz de aportar el regalo más útil para la Humanidad. Poseidón llevó un caballo, animal resistente, veloz y capaz de aliviar el trabajo del hombre; Atenea, en cambio, se presentó con una pequeña rama de olivo. Explicó su elección porque era una planta fuerte, capaz de vivir muchos años y de la que se podía extraer un líquido para comer, dar fuerza al organismo, aliviar las heridas y también alumbrar la noche. Así, Zeus decretó vencedora indiscutible a Atenea.

Los griegos revolucionaron la iluminación como tantas otras muchas cosas. Primero cerraron las lámparas para impedir que el aceite se derramase, lo que permitía hacer objetos más compactos y minuciosamente acabados. Hasta el siglo IV a. de C. las lámparas de arcilla se fabrican con tornos de rueda más o menos primitivos; pero en el período helenístico temprano aparece un cambio básico al introducir el molde. Este invento a la vez que favorece la producción facilita la decoración de las lucernas. Los alfareros griegos utilizaron moldes de madera, piedra o metal donde se presionaba la arcilla finamente pulverizada. Se solía hacer en dos partes y cuando se secaba un poco se unían las dos mitades y se perforaban los agujeros antes de que estuviera lista para el horno. Al principio las lámparas de molde imitaban las formas de las hechas con torno para posteriormente evolucionar con diseños propios. Las lámparas del siglo III y II a. de C. tienen también el cuerpo redondeado a modo de disco pero el agujero central es de menor tamaño. La base es plana y el inyector de la mecha alargado y termina en forma de arco o redondeado. El asa vertical tiene forma de lazo y sirve para introducir el pulgar, a la vez que se apoya el índice en el pequeño saliente del disco. El barniz utilizado es de color negro intenso y en el período helenístico se utiliza barniz rojo o incluso no se barnizan. Las lucernas clásicas griegas tienen una base redonda y cuerpo prismático con el disco superior hundido hacia el centro donde se sitúa el agujero para echar el aceite. La piquera es un canal cerrado redondeado y alargado donde se introduce la mecha. Tienen un asa vertical que servía para introducir el pulgar y en el cuerpo del disco un pequeño saliente para apoyar el índice. Se sujetan con dos dedos y de esta manera, no se derrama el aceite. A veces, el asa con forma de lazo abraza el cuerpo de la lámpara.

La cerámica de barniz negro se clasifica según su lugar de origen en Ática o Campaniana -talleres del Mediterráneo Occidental-. La cerámica negra  campaniana (siglo IV-I a. de C.) según Lamboglia puede ser de tres tipos: La campaniana A es de arcilla rojiza, fractura limpia y barniz negro brillante e iridiscente. La campaniana B tiene tonos más claros, fractura irregular y barniz opaco negro oscuro. Y por último, la campaniana C de arcilla gris y barniz negro oliváceo. Las lucernas de campania clásicas (280-180 a. de C.) se realizan en diferentes alfares del sur de Italia -Toscana, Tarento-, sur de Francia o España. En la Península son importantes el Taller de las pequeñas estampillas al Norte del cabo de Gata y el Taller de Nikia-Ión de Cataluña en Ampurias o Rosas. Este se caracteriza por una arcilla anaranjada-rojiza y por disponer de una marca cruciforme o rectangular con los nombres de Nikia o Ión. Esta cerámica se realizaba en torno aunque a veces se hacía a mano y se decoraba con matrices aplicadas posteriormente. Tras el modelado y la decoración -incisiones, series de impresiones con ruedecilla, estampillas-, se procedía al barnizado por inmersión, al contrario que en la cerámica ática que se hacía a pincel. De esta manera, se producen diferentes tonalidades y una serie de "defectos" en el acabado final como líneas y manchas de reserva en la superficie de reposo y la presencia de improntas digitales por donde se sujetaba la pieza.

Las aceiteras griegas llamadas Guttus o Askoi, eran piezas muy valoradas por los atletas para untarse con sus ungüentos a base de aceite y curarse las heridas. Tenían un cuerpo redondeado y acanalado con un inyector vertical rematado con una boca característica en forma de seta. El asa en forma de lazo se situaba en una posición vertical adecuada para no derramar el aceite. El disco superior es circular y está decorado en relieve con escenas y motivos muy variados. Todo el recipiente se sustenta con una base doble cilíndrica.

Existen lámparas múltiples o policandelia formadas con varios recipientes ensamblados y unidos a un disco mayor que tienen diez o más mechas. En el antiguo Erecteion había una lámpara de oro realizada por el escultor Calímaco que según la tradición ardía durante un año sin tener que reponer el aceite. Esto daba la idea del tamaño del disco para iluminar con sus múltiples mechas.Además construyeron otras en alabastro, cristal y ámbar. Las lámparas de metal se acompañaban con unas pinzas que servían para avivar y espabilar la llama al tirar de la mecha. Se suspendían con un gancho a varias cadenas que también sujetaban la tapa del disco.

 

Las lucernas de Roma

1. Introducción

La lámpara romana básica llamada lucerna viene de la evolución de la Lychnus griega. Es un recipiente de forma cóncava donde se deposita el aceite y por medio de una mecha produce luz. La más frecuente se realizaba con arcilla utilizando molde y torno. El combustible podía ser cualquier tipo de aceite con un poco de sal para secar el aceite y dar una luz más brillante a la vez que duraba más. Se piensa que cualquier material oleaginoso que fuera abundante y no utilizado para otros menesteres fue usado como combustible. Las mechas eran fibras animales o vegetales como fieltros de lino, asbesto, estopa o papiro. La iluminación más corriente en Roma eran las lámparas de aceite y las antorchas; las velas solo las utilizaban algunos aristócratas y comerciantes. La antorcha romana consistía en pieles empapadas de grasa o aceite sobre madera resinosa. Juvenal escribió que todas las lámparas necesitaban de una atención constante a la vez que despredían un fuerte olor y humo negro intenso. En épocas finales del Imperio se utilizaba cualquier tipo de grasa, desechos grasientos, pescado o aceite de ballena, pero cuando el alimento era escaso se prescindía de la iluminación. Los lampadarios de bronce se utilizaban para colgar numerosas luminarias y eran habituales en las mansiones más ricas y los templos. En las casas de los pobres solía haber pocas lámparas y eran de barro. Los lampadarios se colgaban ocasionalmente en teatros, anfiteatros y circos. Se celebraban combates de gladiadores y luchas de fieras por la noche ad lychnuchos utilizando luminarias con forma de columna, obelisco, tronco de árbol o trípode. 

Las lámparas de cerámica a pesar de su fragilidad han llegado hasta nosotros en gran cantidad. Las de bronce también muy comunes en el Imperio a veces eran auténticas esculturas por sus elaboradas composiciones y apreciadas por su solidez. Paradójicamente, han llegado muchas menos hasta nosotros porque fueron refundidas en tiempos de guerra. Había dos tipos según que  el medio de sujección fuera con cadenas o con pie de lámpara; el más frecuente era un trípode para colocarlas encima. El vástago del trípode tiene dimensiones muy variables pero siempre está finamente decorado y el remate inferior suelen ser tres patas de animales o garras. Mucho más raras son las lámparas fabricadas en oro, plata o vidrio. Para el transporte del aceite se utilizaban las ánforas en todo el ámbito mediterráneo. Se conocen muchos tipos cada uno característico de su lugar de origen y de una época determinada. Una de las formas más notables es la Dressel 20 originaria de la Bética que tiene una forma típica redondeada con sólidas asas. En Roma existe una colina artificial -El monte Testaccio-, formada con restos de ánforas acumuladas desde la época de Cesar Augusto, donde son muy abundantes las Dressel 20 que representan un vestigio del intenso comercio de importación de la metrópoli. 

2. La fabricación de las lucernas

Las lucernas de barro tenían gran demanda no solo por su función para la iluminación sino por su importancia como ofrenda o exvoto en los templos. En los actos funerarios también se colocaban lámparas en el ajuar de los muertos. En ocasiones, el difunto dejaba estipulado en el testamento cuantas lámparas debían alumbrar en su tumba durante cierto tiempo. La mayoría de las veces no se encendían porque se pensaba que tenían que iluminarlo en el más allá. Se colocaban las lámparas al lado del cuerpo inhumado o de la urna cineraria. También era un regalo annum novum, un obsequio muy común el primer día del año para desear suerte. Por todos estos usos su fabricación ocupaba a numerosas personas en talleres especializados. Había centenares de Officinae o alfares en Roma y otras regiones como Arezzo. Tenían que abastecer a un millón de ciudadanos y muchos más para la exportación. En el Imperio la producción de lámparas se diversifica con formas y motivos que alcanzaron un gran desarrollo. 

Los primeros centros de producción estaban en Italia desde donde se exportaban a todo el mundo romanizado; después surgieron otros centros regionales como los subgálicos o el de Andújar en la Península Ibérica. En ocasiones llevan la firma del taller donde han sido realizadas en su base exterior. La mayoría de las lámparas se hicieron en un molde de piedra caliza o arenisca, lo que permite una decoración muy minuciosa. A menudo, tienen una calidad que alcanza la categoría de obras de arte por sus diseños y motivos maravillosamente elaborados.

La lucerna romana se compone de infundibulum que es el cuerpo o recipiente de la lámpara donde se coloca el aceite y tiene generalmente forma de disco o cono truncado invertido. La tapa superior se llama discus y a veces está adornada con un borde conocido como margo. El asa se denomina manubrium, la piquera es el rostrum y el agujero para la mecha es el ellychnium. Al principio las formas redondeadas denotan la influencia helenística para más tarde evolucionar a óvalos u otras formas propiamente romanas. El primer paso para la fabricación de las lucernas era la selección de las mejores arcillas para elaborar las piezas que iban a ser los contenedores de luz. Se comenzaba tallando el molde en piedra arenisca del cuerpo de la lámpara donde se introducía el aceite. El discus de la parte superior llevaba el motivo ornamental principal. A continuación se tallaba y decoraba el margo. El asa o manubrium y el agujero de la mecha o ellychnium se terminaban fuera del molde. Una labor intensa que requería toda la energía y atención con los detalles. Requería mucha pericia porque había que realizar los motivos más delicados tallados al revés en el molde. 

3. Iconografía

Los motivos y la ornamentación de las lucernas son el reflejo del mundo y el pensamiento romano. Las lámparas de aceite se basan en un diseño que sintetiza la estética con su función.. Así, el trazo del dibujo, la composición y los símbolos servían para establecer una visión particular del mundo de la época. Los temas de las lucernas reflejan los mitos y la luz del universo clásico. El punzón era un medio privilegiado para realizar los moldes que producirían las luminarias. Una composición intensa y a la vez equilibrada de todos los elementos como las líneas, las formas, la dirección y ubicación de los relieves que forman la composición. El equilibrio de todos los elementos en una relación mutua. Un principio que se observa en cualquier escena como en la lucha de gladiadores o en la propia naturaleza. Se tenían en cuenta todos los factores imprescindibles para la expresión. Cualquier elemento que podía ser suprimido sin alterar el conjunto era superfluo. Y por lo tanto, se podría eliminar sin afectar a la totalidad. Las interrelaciones de todos los componentes de una lucerna se regían por un principio de necesidad y función del diseño. 

Las lucernas están decoradas con figuras y escenas muy diversas. Abundan las escenas de juego y acontecimientos públicos, temas mitológicos, escenas eróticas, símbolos de fortuna o victoria y todo tipo de animales. El mundo del teatro con máscaras, actores y músicos. Las carreras de caballo y las luchas de gladiadores es lo más representado del mundo del espectáculo. Leyendas como los trabajos de Hércules, las aventuras de Ulises, el rapto de Europa, centauros, nereidas y medusas. Mitos como Ícaro, Acteón, Eneas o Pegaso son las figuras más demandadas. El mundo animal con el águila vinculada a Júpiter como símbolo de la grandeza del imperio. Los leones, perros, jabalíes, ciervos y liebres eran los animales preferidos. El mar con sus barcos y el delfín como su emblema junto con la concha venera, símbolo de Venus. Baco junto a faunos y sátiros como Sileno símbolos del hedonismo y la buena vida. Las escenas eróticas se representaban con explícitas posturas sexuales. Cualquier tema de la imaginación o de la naturaleza podía decorar el disco de las lucernas. Uno de los temas más populares es Apolo, el dios de la luz y de las artes. La luz como la fuente vital de la naturaleza que hace que todo sea posible. La representación humanizada del espíritu solar que se había representado con el círculo de mil maneras diferentes desde la antigüedad. Apolo según la tradición romana era el febo-brillante- heredero de la tradición griega. Dirigía el carro del sol cada día desde el amanecer al atardecer en la bóveda celeste. Se asociaba con diferentes mitos como el de su hijo Faetón, que se atrevió a coger las riendas de los rebeldes caballos; que sólo dominaba su padre Apolo y sumió la tierra en tinieblas. Otro mito muy representado es el de Marsias. Según la leyenda, el sátiro Marsias desafió a Apolo en una competición musical ante los dioses del Olimpo. Marsias tocó con la flauta la más bella melodía que parecía insuperable, pero Apolo acompañó la música de la lira con su voz. Los dioses se pusieron de parte de la poesía de Apolo que ganó el reto y decretaron que el ganador podía hacer con el otro lo que quisiera. El dios sol castigó la impertinencia desollando vivo al sátiro. El bello y cruel Apolo tenía su santuario en Delfos y se representa con la lira y sus atributos de rayos solares saliendo de su cabeza. La luz como energía vital que desde el disco de las lámparas irradia su fuerza sobre todas las artes. Apolo era capaz de guiar la luz para conseguir la iluminación y vencer las tinieblas. Por eso las lucernas al ser fuente de luz poseían el espíritu de Helios. La metamorfosis del dios en energía luminosa que alumbraba en la oscuridad de la noche y honraba a los difuntos. Incluso, los muertos eran guiados mejor a la  otra vida con una lucerna si tenía la efigie de Apolo. El brillante -de mano hábil- conducía con su carro la iluminación y el conocimiento a la tierra. Este dios trajo la luz para todos y perfeccionó todas las tareas dando lugar a la poesía y las artes.  

4. Historia y clasificación

Desde épocas tempranas, las lucernas han llamado la atención de estudiosos y humanistas. En el renacimiento se redescubre el mundo clásico y aparecen los primeros coleccionistas de lucernas. A mediados del siglo XVII, aparecen grandes colecciones arqueológicas que son documentadas y grabadas por Liceto en 1653, Bartoli en 1691 y Bellori en 1702 con especial atención a las lucernas. Las excavaciones de Pompeya y Herculano en el Siglo de las Luces ponen de moda el mundo clásico y algunos grabadores como Giovanni Battista Piranesi estudian las lámparas romanas. Piranesi publica en 1769, Diverse Maniere d’adornare i camini con varios repertorios de lucernas de bronce y arcilla junto con otros elementos de la arqueología romana. Los grandes grabados de Vasi, Candelabri i Cipi  con numerosas lucernas se publicaron póstumamente por su hijo a principios del siglo XIX. Durante todo este siglo, se publican estudios sobre los aspectos estéticos y artísticos de las lucernas. Dressel publicó en 1899 el primer intento de clasificación sistemática a partir de sus excavaciones en Roma. Elabora una serie de 31 tipos teniendo en cuenta su forma y a pesar  de carecer de la cronología asociada resulta una de las clasificaciones más útiles aún hoy día. En 1919, Loeschcke publica un estudio sobre las lucernas del campamento romano de Vindonissa en Suiza utilizando una metodología completamente moderna. Su principal aportación es la delimitación morfológica de las lucernas de volutas y su datación aproximada. Menzel en 1954 pone el énfasis en la descripción de ejemplares dentro de grupos ordenados cronológicamente y establece paralelos ornamentales con otras piezas. Lamboglia mantiene la clasificación tipológica de Dressel y la dota de contenido cronológico; mientras que Deneauve en 1969 estudia las lucernas de la región de Cartago y establece grupos cronológicos-morfológicos. El conocimiento de ejemplares tardoantiguos de producción norteafricana se debe a los estudios fundamentales de Hayes en 1972. Numerosas clasificaciones se suceden durante todo el siglo XX por un afán de ordenar formalmente y cronológicamente las lucernas. Continúan publicándose catálogos de museos y colecciones dedicados a cuestiones más concretas relacionadas con el contexto arqueológico. con una documentación exhaustiva y a veces farragosa. Actualmente se plantea la necesidad de mantener la terminología de los autores más conocidos ante la dispersión tipológica. En la Península Ibérica, la investigación de las lucernas hasta hace poco era muy limitada porque se conocía un número muy reducido de fondos de museos y colecciones sin datar. Recientemente, comenzaron a publicarse conjuntos de lucernas encontrados en excavaciones arqueológicas entre las que destacan las de Ángel Morillo Cerdán con inspiración iconográfica. 

5. Tipos de lucernas

Las lucernas desde el siglo III a. C. Se encuentran en todos los yacimientos romanos y tienen un papel protagonista de material-guía para datar la cronología de otros materiales arqueológicos. Junto con el marco referencial de la terra sigillata los tipos de lucernas son las piezas más conocidas y documentadas. Las lucernas de volutas se suelen identificar como una de las muestras más importantes del arte altoimperial por su excelencia y belleza. La gran variedad de formas de las lucernas romanas se pueden clasificar en cinco tipos básicos: 

I. Lucernas republicanas. Siglo III - I a. C.

II. Lucernas de volutas. Siglo I.

III. Lucernas de disco. Mitad del siglo I, II y III.

IV. Lucernas de canal. Siglos II y III.

V. Lucernas tardoantiguas. Siglos IV - VII. Norteafricanas, bizantinas, coptas, catacumbales, islámicas y de Tierra Santa.

I.  Lucernas republicanas, siglo III - I a. C. 

Las primeras lucernas romanas tienen una clara influencia griega. Se pueden considerar lámparas helenísticas realizadas en talleres de la península italiana. Estas lámparas tienen una gran expansión por todo el mundo romanizado a partir del siglo III a.C. hasta el último tercio del siglo I a.C. Son lámparas elaboradas con pastas blanquecinas y con un barniz negro reaizadas a torno que trataban de imitar la vajilla característica de la época helenística. En general, son lucernas de sección circular, perfil troncocónico, orla estrecha, disco abierto sin decoración y piquera en yunque con gran orificio de alimentación. Aunque los ejemplares itálicos se recubren con barniz negro, en Hispania se copian sin revestimiento en épocas tempranas de la presencia romana en el Levante y el valle del Guadalquivir. Sus tipologías pertenecen a las formas Dressel 2, Dressel 3 y Dressel 4. 

Las lucernas del siglo I a. C. están modeladas con barros ocres claros sin barniz o un engobe muy ligero. Se decoran con una concha venera más o menos estilizada y carecen de asa. Se distinguen por un agujero central pequeño y una piquera en forma de arco o yunque que se hacía por separado.  La concha venera o vieira se asociaba con Venus y es el símbolo del amor, la fertilidad y la vida. Según el mito clásico, el dios del tiempo Cronos en una disputa con su padre Urano le cortó los genitales y los lanzó al mar para fertilizarlo. La espuma seminal engendró una perla brillante en el interior de una gran concha que al amanecer subió a la superficie del mar. Con los primeros rayos de Apolo se abrió la concha y nació Venus que continuó navegando por los mares empujada por los vientos. Así, se engendraba Venus como fruto precioso de la luz solar que da la vida. Esta iconografía se recoge en numerosas escenas del mundo clásico como se puede apreciar en El nacimiento de Venus de Botticelli. Algunas lámparas procedentes de lugares como Palestina estaban decoradas muchas veces con delfines que arrastraban la barca de Venus. La fortuna también podía ser representada como una figura femenina arrastrada por un delfín. Este pez mediterráneo era el atributo de la velocidad que conducía a la felicidad y la luz.

Al final del siglo I a. C. aparece un nuevo tipo de influencia helenística en Palestina que se llama "Herodian" o Tipo cilíndrico del Esquilino en la Colección Nº 159; aunque surge antes de la llegada de Herodes al poder y se utiliza hasta el siglo I d. de C. Se caracteriza por un cuerpo redondeado con un agujero grande y un inyector en forma de yunque con orificio grande para la mecha  que se hizo por separado. Las más antiguas no tienen ni decoración ni asa y poseen un apéndice o aleta lateral para la sujeción manual.  El Nº 157 de la Colección es una lucerna de protovolutas de la  primera mitad del siglo I,  Augusto-Tiberio. Tipo Deneauve VA. Las volutas aparecen simplificadas en cuatro puntos que se unen con dos arcos en la piquera. Una reminiscencia de los puntos para colgar con cadenas en las lucernas de bronce imperiales. Barro beige claro con restos de engobe rojizo y concreciones claras. En el disco muestra un gran agujero circular y en la base dos círculos concéntricos en relieve con restos de la marca del fabricante con sobremolde de caña que puede ser MF o MC (Marco Pompeyo Fecit). El asa es solo una pequeña protuberancia.

101. Lucerna republicana Dressel 3. Siglo I a. C. Lámpara derivada del tipo Dressel 3 o tipo Andújar. Disco cóncavo con concha venera y aletas laterales. Paralelos en Asturica Augusta (-Numancia- M. Luz González Fernández, Ed. Junta de Castilla y León, 1999). Barro beige claro. L.: 10 cm., diám.: 8 cm. 

102.  Lucerna republicana Dressel 3. Siglo I a. C.  Tipo Dressel 3 o tipo Andújar. Barro beige blanquecino. L.: 10 cm., diám.: 8,5 cm.

103. Lucerna republicana Dressel 3. Siglo I a.C. Tipo derivado del Dressel 3. (Puede ser tardoantigua de algún alfar local). Barro ocre amarillo claro. L.: 10,5 cm., diám.: 7 cm.  

113. Lucerna republicana Dressel 3 Tipo Andújar. Primera mitad del Siglo I, Época Julio-Claudia. Lámpara derivada del tipo Dressel 3. Elaboradas con pastas blandas y arenosas sin engobe. El disco es cóncavo decorado con una concha venera cuyos gallones parten del orificio de alimentación. Es una de las producciones altoimperiles hispanas mejor estudiadas desde 1970 por M. Sotomayor en los talleres de los Villares de Isturgi. Constituye un tipo de lucerna autóctono y representativo de la Hispania romana. Barro beige claro. L.: 8,5 cm., . diám.: 7 cm.

157. Lucerna de protovolutas. Primera mitad del siglo I, Augusto-Tiberio. Tipo Deneauve VA. Las volutas aparecen simplificadas en cuatro puntos que se unen con dos arcos en la piquera. Una reminiscencia de los puntos para colgar con cadenas en las lucernas de bronce imperiales. Barro beige claro con restos de engobe rojizo y concreciones claras. En el disco muestra un gran agujero circular y en la base dos círculos concéntricos en relieve con restos de la marca del fabricante con sobremolde de caña que puede ser MF/ Marco Pompeyo Fecit o MC. El asa es una pequeña protuberancia. L.: 8 cm., diám.: 5,5 cm. Huellas de uso en la piquera.

159. Lucerna tipo Herodian. 37 A.C. - 70 D.C. Ëpoca de Herodes el Grande, Israel. Barro claro con engobe rojizo. Cuerpo liso de lámpara con gran abertura que termina con una piquera característica en forma de arco. L.: 8 cm.; Anch.: 6 cm. Colección Ifergan. 

II. Lucernas de volutas. Siglo I.

Estas lucernas se denominan así por las volutas características que se encuentran a ambos lados del agujero para la mecha que se encuentra en la piquera. La presencia de estos dos elementos ornamentales es una reminiscencia decorativa del punto de unión de las cadenillas de sustentación de las lámparas metálicas. El disco es redondeado y a veces pueden tener un asa vertical; su color es muy variable y abarca una amplia gama de rojos, amarillos, ocres o grises según la cocción y el tipo de barro. Su factura es muy delicada y por lo general carecen de sello con el nombre del taller. Se generaliza el uso del molde en el proceso productivo, lo que permite una difusión sin precedentes. Durante el imperio la producción se diversifica y las formas y los motivos decorativos alcanzan un gran desarrollo. En el siglo I son características las lucernas de volutas realizadas en terra sigillata que están decoradas con figuras y escenas muy diversas. Abundan las escenas de juegos y espectáculos públicos, animales fantásticos, temas mitológicos, escenas eróticas, personajes báquicos y símbolos de conmemoraciones o victorias. 

La terra sigillata aparece en la época de Augusto (27 a. de C. - 14 a. de C.) al igual que la aparición de las lucernas de volutas en la región de Arezzo en la Toscana. Pero con la diáspora de los alfareros aretinos del año 78 surgen los alfares subgálicos. Esta cerámica es más tosca y mucho menos fina que la aretina  pero invade todo el mediterráneo occidental, exportando incluso a Italia. En la península ibérica aparecen alfares de producción propia hacia el año 50 de nuestra era, con grandes centros de producción como Andújar y la Rioja y manufacturas locales como Segóbriga, Talavera de la Reina y Ercávica en Cuenca. En Andújar los talleres son de origen íbero y adoptan técnicas romanas aunque conservan rasgos formales anteriores. Al principio los productos son de clara inspiración sudgálica e itálica con elementos de la tradición autóctona ibérica. La tipología de terra sigillata hispánica con formas lisas se reduce a unas setenta formas perfectamente estudiadas entre las que se encuentran las lucernas que tienen paredes muy finas y disco circular con una gran abertura y piquera corta.

Loeschcke a principios del siglo XX definió seis variantes de lucernas de volutas  -Loeschcke I, II, III, IV, V y VI- que están plenamente vigentes en la actualidad. Desde principios del siglo I pasan de tener una piquera en punta triangular a una cada vez más redondeada a finales del mismo siglo. Existen tres tipos fundamentales según pertenezcan a la época de Tiberio (Loeschcke I en la Colección Nº 152), Claudio o Vespasiano (Loeschcke IV en la Colección Nº 112) y su diferencia fundamental estriba en la dimensión de la piquera en relación al disco que evoluciona de mayor tamaño y forma de flecha a menor tamaño relativo y forma redondeada. La variante Loeschcke IV es la que mayor difusión alcanza en las provincias occidentales y la que más aparece en yacimientos y colecciones. El momento de auge de este tipo corresponde a las décadas centrales del siglo I, aunque su producción continúa hasta el final de la centuria. 


152. Lucerna de volutas Loeschcke IA con ciervo. Siglo I. Tiberio (14-37). Tipo Dressel 9, Loeschekc IA. L.: 9,5 cm., diám.: 7 cm. Barro blanquecino. Terra sigillata ocre y marrón oscuro con concreciones más claras. El disco está decorado con un ciervo que según algunos autores era el símbolo de la sabiduría y buena suerte, posteriormente fué un símbolo de los fieles cristianos. Pertenece a la época del emperador Vespasiano (69-79) por su característica piquera muy ancha en relación con el disco. 

112. Lucerna imperial de volutas de la Victoria. Siglo I. Vespasianus (68-79). Tipo Dressel 11. Loeschcke IV.  L.: 11,5 cm., diam.: 8 cm. Barro rojizo. Terra sigillata. En el disco cóncavo rodeado de molduras finas se representa la Victoria con sus atributos de la palma y la corona. En la parte posterior aparecen las letras S y B, restos de la firma. 

III. Lucernas de disco. Segunda mitad del siglo I, II y III.

 Forma de disco interior sin volutas. Frecuentemente con asa circular.Las lucernas de disco tienen un cuerpo circular y una piquera corta y redondeada. El disco suele estar decorado con motivos más simplificados que en las lucernas de volutas. El margo inclinado hacia el exterior puede ser liso o decorado con elementos geométricos o vegetales como ovas y hojas. En las variantes más recientes la ornamentación desaparece. El asa puede ser perforada o maciza. La base es circular y puede llevar la firma del alfarero. Parece ser que su primer centro de producción aparece en Italia Central a finales del siglo I para rápidamente ser imitado por los talleres norteafricanos. En general, las piezas presentan una elevada calidad técnica. Las pastas arcillosas están bien depuradas y presentan diferentes tonalidades que van de tonos amarillentos y pardos hasta más rojizos. Suelen llevar engobes de tonos claros.   

Uno de los aspectos que llaman la atención de este tipo de lucernas es la frecuencia de las firmas del alfarero. En la época de Domiciano a Trajano (98 - 127) aumenta el número de lucernas con la marca del taller como COPPI RES, C CLOVS, GABINIA, LMVN o A DIEC y en el área de Túnez  aparecen las marcas AVFI, CIVNI, ALEXI, CVIN, DRAC, MNOVI, IVSTI. Las lucernas de disco se encuentran peor estudiadas que las de volutas o las Firmalampen. Dressel estableció varios grupos principales en los que la evolución cronológica va transformando la decoración del disco hasta eliminarla en la última etapa. Las lámparas aumentan poco a poco sus dimensiones y la orla se vuelve más ornamentada mientras el disco se simplifica. El asa aumenta su tamaño y termina convirtiéndose en un apéndice macizo. Los tipos de lucernas de disco más frecuentes en la península ibérica son las Dressel 20, Dressel 27, Dressel 28, Dressel 30 y Loeschcke VIIIL.

En la Colección existen los siguientes tipos: 

145. Lucerna de disco Tipo Dressel 20. Barro rojizo. L. 9 cm., diám.: 6 cm. Siglo I-II. Cuerpo circular y sección troncocónica. Margo ancho sin decorar inclinado hacia el exterior y disco cóncavo decorado con cuatro hojas o pétalos. El centro de fabricación original estaba en Italia central  desde allí se expandió por todo el Mediterráneo y las copias de talleres africanos resultan muy difíciles de distinguir. Aparecen numerosos ejemplares en Pompeya y Herculano (datación 79 d.C.).

120.  Lucerna de disco Tipo Dressel 27 con águila. Siglo I-II. Barro rojizo con restos de engobe. Terra sigillata africana. El motivo central es el águila imperial, rodeada por una ornamentación a modo de cadena. L.: 11 cm., diám.: 8 cm. El Tipo Dressel 27 se caracteriza por un disco con una iconografía sintética y un margo ancho e inclinado hacia el exterior con decoración muy variada de guirnaldas, perlas, racimos o cadenas como en este caso.  

151.  Lucerna de disco Tipo Dressel 28 con Júpiter y Juno. Siglo II. Barro blanquecino con restos de combustión y barniz transparente. Terra sigillata con tonos rojos y marrones más oscuros. El motivo del disco central son los dos principales dioses romanos Júpiter y Juno, rodeados por una ornamentación a modo de rayos. Marca en la base CIVNI que procede de Túnez. L.: 12 cm., diám.: 9 cm. El Tipo Dressel 28 se caracteriza por un margo ancho e inclinado hacia el exterior decorado con motivos geométricos o vegetales. La separación entre la piquera corta y redondeada se realiza con dos trazos que le dan su aspecto acorazonado. Tienen el asa elevada y perforada. Se diferencia del tipo Dressel 27 por un mayor barroquismo del margo.    

160.  Lucerna de disco Tipo Dressel 30 Jerusalén. Israel, Siglo III y IV. Barro ocre rojizo con concreciones más claras con restos de combustión. El disco se ha convertido en un gran agujero circular rodeado por dos molduras circulares. El Margo tiene decoración acanalada como rayos que se dirigen hacia el exterior y dos círculos enlazados al lado de la piquera. La piquera es redondeada y se inserta en el margo El asa está rota aunque se aprecia la posición horizontal característica. L.: 7 cm., diám.: 6 cm. Colección Ifergan.

110. Lucerna minera Tipo Dressel 9. Siglo II. Forma periforme con disco de concavidad suave. Piquera ancha y angulosa con volutas insinuadas. Característico margo con decoración a modo de perlas. Asa alta y perforada.  Su nombre alude a los lugares donde han sido encontradas como en Riotinto y sitios mineros de Lapis Specularis. Este tipo de piezas se producen en diferentes tipos de alfares repartidos por toda la península y constituye una tipología característica de la Hispania romana.  Las pastas suelen ser blandas de tonalidades ocres más o menos depuradas. L.: 12 cm., diám.: 7 cm. Barro beige claro.

IV.  Lucernas de canal. Siglo II y III.

El cuerpo de las lucernas de canal es troncocónico con un canal que une el disco y la piquera. Tiene una orla fina inclinada hacia el exterior donde se disponen dos o tres abultamientos rectangulares. El disco es plano con un orificio de alimentación y habitualmente sin decoración aunque algunas veces puede llevar una máscara de teatro. Una moldura elevada separa el disco del margo y continúa con la piquera alargada y redondeada.

La aparición de las lucernas de canal coincide con las lucernas de disco. La fabricación de las firmalampen o lucernas de canal supone la ruptura de la unidad mediterránea de un estilo predominante. El mundo romano queda fracturado en tres regiones productivas y comerciales. De una parte el Mediterráneo occidental dominado por las lucernas de disco itálicas y africanas; el norte de Italia y la parte septentrional del Imperio con las lucernas de canal y en tercer lugar, las provincias orientales que siguen una evolución propia del disco de las lucernas. Así, se producen tres diseños claramente diferenciados.  

Las lucernas de canal o su denominación más conocida Firmalampen literalmente -lucernas de fabrica- hace alusión a su fabricación casi industrial que observaron los primeros investigadores alemanes. En inglés son conocidas como Factory Lamps. Es el primer tipo de lucernas pensado para la exportación comercial a gran escala. Un rasgo característico son las dos o tres pequeñas protuberancias rectangulares que tienen la función de apoyar las piezas en la pila de lucernas para su cocción y almacenaje. A la vez, funcionan estéticamente para romper la monotonía de la amplia orla que rodea el disco. Así, alcanzan una distribución muy amplia en Centroeuropa, Italia hasta llegar a la Península Ibérica. La forma de este tipo de lámparas responde a una simplicidad y funcionalidad máximas. Responden a un concepto de diseño muy moderno en el que la belleza se asocia con su función prescindiendo de la decoración. Son precursoras del diseño moderno y el arte total como lo entendían La Bauhaus y el Diseño Escandinavo.

173.  Lucerna de canal con máscara de teatro. Podría utilizarse en enterramientos por su pequeño tamaño en el Siglo II. Narbona, Francia. Copia en terracota con engobe rojizo. L.: 9 cm., Anch.: 5 cm  

V.  Lucernas Tardoantiguas. Siglo IV-VII.

Por su gran variedad de motivos ornamentales según el lugar de procedencia las lucernas tardoantiguas pueden ser de los tipos norteafricano, tierra santa, bizantino, islámico, catacumbal y copto. 

  • Tipo norteafricano. Hayes IA, IB, IIA y IIB. 
  • Tipo Tierra-Santa: Lámparas judías, samaritanas y de Oriente Próximo.
  • Tipo bizantino.
  • Tipo islámico.
  • Tipo catacumbal y copto

Lucernas Tardoantiguas Tipo Norteafricano.

En el siglo III aparecen en la región de Túnez  lucernas de terra sigillata africana con su característica estructura periforme. Las marcas de fabricantes locales como OLITRE SIS, SEPTVS y NAVIGIVS aparecen entre los años 280-320. En los últimos años del Imperio se fabricaron un número enorme en una amplia variedad de estilos y con la ornamentación propia de cada región. En Italia y Norte de África eran muy populares las escenas de gladiadores y la mitología de Marte, Venus y Diana. A partir del siglo IV se adopta la simbología cristiana del pez y el monograma de Cristo, el tamaño disminuye y la decoración cada vez se vuelve más geométrica. A comienzos del siglo IV, las lámparas norteafricanas por su calidad se empiezan a exportar masivamente. Los comerciantes organizaban la producción y fueron los que contribuyeron decisivamente a su difusión. Los tipos Hayes I y II se han encontrado en Sicilia, Italia central o España. El tipo Hayes IA aparece en Cartago y El Jem y simultáneamente surgen imitadores en Italia y España -en el Norte, en Rosas y en el Sur, en la región de Murcia-. Estas lámparas son de barro rojo anaranjado con un  barniz muy fino rojo. Este tipo tiene forma alargada de pera y el asa perforada; el disco redondeado a menudo está decorado con rosetas, figuras o animales muy esquemáticos pero de gran belleza. Los bordes del canal son convergentes hacia la piquera. El disco es cóncavo con uno o dos orificios de alimentación y el margo levemente convexo tiene una ornamentación de palmetas  más o menos estilizadas que pueden parecer olas. El Tipo Hayes IB conserva similar decoración que la del tipo IA pero el asa está sin perforar.  

148.  Lucerna norteafricana del tipo Hayes I A. Siglo IV. Procede de Túnez. L.: 12 cm., diám.: 8 cm. Periforme. Barro rojo fino con engobe, Terra sigillata africana. Disco con niño triunfante con corona de olivo y margo con ornamentación de hoja de palma. Paralelos en el Boletín del Museo Arqueológico Nacional. Tomo VI, Fig. 3. Falta un fragmento del asa con agujero.    

149.  Lucerna norteafricana del tipo Hayes I A.  Siglo IV. Procede de Túnez. L.: 12 cm., diám.: 8 cm. Periforme. Barro rojo fino con engobe, Terra sigillata africana. Disco con gladiador y margo con ornamentación de olas. Paralelos en el Boletín del Museo Arqueológico Nacional. Tomo VI,  Fig. 3. Marca V V en la base. Falta un fragmento del asa con agujero.

141.  Lucerna norteafricana del tipo Hayes I B. Siglo IV. Procede de Túnez. L.: 12 cm., diám.: 8 cm. Periforme. Barro rojo anaranjado con barniz fino rojo. Concreciones y restos de la combustión en la piquera. Cuerpo de lámpara redondeado poco elevado y margo ornamentado con hojas de palma; en el centro está representado un león. Paralelos en el Boletín del Museo Arqueológico Nacional. Tomo VI. Figura 5. 

146.  Lucerna norteafricana del tipo Hayes I B. Siglo IV. Procede de Túnez. L.: 11,5 cm., diám.: 7 cm. Periforme. Barro rojo anaranjado con barniz rojo fino. Concreciones y restos de la combustión en la piquera. Cuerpo de la lámpara poco elevado y margo ornamentado con hojas de palma; en el centro está representado un león. Paralelos en el Boletín del Museo Arqueológico Nacional. Tomo VI. Similar a la nº 141. Marca de dos rayas con un agujero en la base y asa de pellizco. Las del tipo Hayes IIA (420 - 500 d. de C.) son también periformes y de asa maciza pero llevan los bordes del canal paralelos desde el disco a la piquera. El disco es más plano que en los dos tipos anteriores aunque también profusamente decorado. Se fabrican cuidadosamente con barro rojo fino en molde y decoración en relieve de terra sigillata africana. Son frecuentes las decoraciones animalísticas o de figuras en el disco rodeadas por el margo  con formas geométricas. Las del tipo Hayes IIB ( 450 - 550 d. de C.) son muy parecidas y en lo único que se diferencian de las anteriores es  su fabricación más descuidada, barniz grueso y decoración geométrica o con cruces. En la Península Ibérica se conocen más de cien lucernas del tipo Hayes. Algunas son de procedencia desconocida pero otras proceden de yacimientos de la costa levantina, Tarragona o Mataró. En el Museo Arqueológico de Alicante se conservan producciones locales de un tipo de barro de menor calidad y deficiente fabricación.

147.  Lucerna norteafricana del tipo Hayes II A. Siglo V. Procede de Túnez. L.: 13 cm., diám.: 7,5 cm. Periforme. Barro rojo fino con engobe, Terra sigillata africana. En el centro tiene una decoración esquemática como si fuera un jarrón y el margo con ornamentación geométrica. Paralelos en el Boletín del Museo Arqueológico Nacional. Tomo VI, Fig. 21.    

153.  Lucerna norteafricana del tipo Hayes II B. Siglo V-VI. Procede de Túnez. L.: 12 cm., diám.: 8 cm. Periforme. Barro muy rojo Terra sigillata africana con concreciones claras y capa gruesa de engobe. En el centro tiene un león y el margo tiene una decoración esquemática ondulada.

150.  Lucerna tardoantigua de canal africana. Siglo V-VII. Barro claro con engobe rojizo. Terra sigillata africana con concreciones más claras y restos de combustión en la piquera. L.: 12 cm., diám.: 8 cm. El disco tiene una figura de un arquero y el asa es de pellizco.

Lucernas Tardoantiguas Tipo Tierra Santa
Las del tipo oriental sirio-palestino (siglos IV - VI) son de tipología muy variada; aunque a menudo poseen una base circular y cuerpo triangular con un asa cónica como una ligera protuberancia. Las que tienen decoración con palmas y perlas proceden de una evolución del tipo norteafricano. Resulta difícil de explicar la aparición de estos ejemplares en la Península Ibérica desde épocas muy tempranas, así como situar su procedencia. 

115.  Lucerna tardoantigua tipo "Tierra Santa". Siglo IV-VI. L.: 9 cm., diám.: 6 cm. Barro beige claro. Muestra una decoración concéntrica a modo de perlas. Huellas de uso en la piquera. Marca de la base: Perla central rodeada por tres círculos concéntricos. Paralelos: Boletín del Museo Arqueológico Nacional, Tomo VI, nº1, fig. 50 y 51. 

125.  Lucerna tardoantigua tipo oriental sirio-palestino. Siglo IV- VI. L.: 10 cm., diám.: 7 cm. Barro beige claro. Decoración geométrica en forma de palma y perlas. Sigue el patrón de Niza que irradia los rayos a partir del agujero central.

127.  Lucerna samaritana. Siglos IV - VI. Barro rojo con restos de engobe. Alt.: 4 cm., diám.: 6,5 cm. Base circular y cuerpo bajo redondeado. El disco y el asa con decoración geométrica a base de círculos y semicírculos concéntricos enlazados. Están restaurados la piquera y el asa. La parte superior del asa restaurada tiene forma circular.    

139. Lucerna tardoantigua tipo "Tierra Santa". Siglo IV-VI. Barro beige claro con restos de engobe rojizo. Muestra una decoración con círculos concéntricos, perlas y palmas muy delicadas. El asa de forma rectangular tiene un dibujo esquemático de una palmera o una estrella. L.: 10 cm., diám.: 6 cm. Huellas de uso en la piquera. Paralelos: Boletín del Museo Arqueológico Nacional, Tomo VI, nº1, fig. 50 y 51.    

162.  Lucerna tipo talmúdica. Israel, Siglo III - IV. Barro rojizo con concreciones más claras.  En el disco muestra un agujero circular con decoración de hojas de palma y perlas con asa de pellizco. L.: 9 cm., diám.: 6 cm. Colección Ifergan.

166.  Lucerna tipo talmúdica. Israel, Siglo III - IV. Barro rojizo con concreciones más claras.  En el disco muestra un agujero circular con decoración abstracta de líneas y puntos formando arcos. Tiene asa de pellizco. L.: 9 cm., diám.: 6 cm. Colección Ifergan.

167.  Lucerna tipo talmúdica. Israel, Siglo III - IV. Barro rojizo con concreciones más claras.  En el disco muestra un agujero circular con decoración abstracta de rayas y puntos formando arcos y la parte posterior con franjas gallonadas. Tiene asa de pellizco. L.: 9 cm., diám.: 6 cm. Colección Ifergan.

Lucernas Tardoantiguas bizantinas

Las bizantinas (siglos VI - VII) tienen disco oval y fabricación descuidada, generalmente, son de barro gris, rojizo o pardo oscuro de poca calidad. El asa es lisa y maciza y los motivos decorativos del disco pueden ser vegetales o símbolos cristianos. En general, el declive de las técnicas de fabricación  impulsó el cambio de las formas en relieve siendo sustituídas por motivos geométricos ejecutados con punzón.      

117. Lámpara bizantina de bronce. Siglo VII-IX. L.: 10,5, diám.: 4,5 cm. Tipo cazoleta circular con una piquera larga y estrecha; los bordes están decorados con pequeños círculos concéntricos. Falta una pequeña parte del asa.  

134.  Lucerna bizantina. Siglo VI - VII. L.: 8,5 cm., diám.: 5,5 cm. Barro rojizo con concreciones más claras. Depósito oval con decoración en forma de palma y geométrica estampada con punzón. Asa maciza y base con estampación de cruz griega. La piquera conserva restos de la combustión. La fabricación de la lámpara es descuidada.

136.  Lucerna bizantina estilo Niza. Siglo IV-VII. Barro rojizo claro. Alt.: 4,5 cm., diám.: 8 cm. Forma redondeada con asa como una protuberancia cónica. Tiene un gran agujero central desde el que se irradian rayos hacia los bordes. En la base tiene el esquema del sol radiante.

138.  Lucerna bizantina. Siglo VI - VII. L.: 8,5 cm., diám.: 5,5 cm. Barro rojizo con concreciones más claras. Depósito oval con decoración en forma de palma y geométrica estampada con punzón. Asa maciza y base con estampación de cruz griega. La fabricación de la lámpara es descuidada. Similar a la nº 134.

143.  Lámpara de colgar bizantina de bronce. Siglo IV -VII  L.: 8, diám.: 4 cm. Tipo cazoleta semiesférica con piquera corta y estrecha; parte posterior con forma decorativa geométrica que recuerda una flor de Lys.   

163.  Lucerna bizantina. Siglo IV-VI. Barro rojizo.  Periforme con decoración de hojas de palma y perlas sin asa.  L.: 10 cm., diám.: 7 cm. Colección Ifergan nº 519.

164.  Lucerna tipo bizantino. Siglo IV-VI. Barro rojizo.  Periforme con decoración de hojas de palma y perlas sin asa.  L.: 10 cm., diám.: 7 cm. Colección Ifergan. Igual que la anterior.

Lucernas tardoantiguas de Tipo Islámico.

Las del tipo islámico tienen forma ovalada con asa característica de pellizco o de media luna y cuerpo de lámpara más elevado con un canal que une la piquera con el agujero central. Ornamentación abstracta a base de líneas rectas organizadas en forma de espigas, perlas y rejilla realizadas con punzón. Esta tipología es una transición de las lámparas romanas y las primeras islámicas.

142.  Lucerna tardoantigua tipo islámico. Siglo IV-VII. Muestra una decoración concéntrica a modo de perlas y rayas laterales. Forma alargada con insinuación de canal y asa como una pequeña protuberancia. Marca de la base: cinco perlas rodeando a una central. Huellas de uso en todo el cuerpo de la lámpara y la piquera. L.: 9,5 cm., anch.: 5,5 cm. Barro rojo. Paralelos: Boletín del Museo Arqueológico Nacional, Tomo VI, nº1, fig. 50 y 51. 

Otras lámparas de este tipo están incluidas en la Colección en el capítulo del Islam con los Nº 212, 214, 215, 223 y 224 y abarcan una cronología que va desde el siglo VI al siglo VIII. Todas tienen una tipología muy uniforme y característica. 

Lucernas tardoantiguas de Tipo Catacumbal y Copto

Las lucernas de tipo catacumbal (siglos IV - VI) se denominan así por haber sido halladas frecuentemente en catacumbas italianas. Suelen estar decoradas con el Crismón XP. Se distinguen por el depósito alto y hombros anchos  con decoración de palma o perlas en diferentes composiciones. Están fabricadas con arcillas claras sin engobe. Las coptas tienen la típica iconografía P de la cruz copta -cruz combinada con la letra P-. Son de barro claro y sin engobe con forma ovalada y el disco lo cierran unas volutas estilizadas. Proceden de Egipto y Asia menor.

175.  Lucerna de las catacumbas. Pequeña lámpara con decoración vegetal y asa con el Crismón XP o monograma de Cristo. Tiene una cadena que une el asa con el cuerpo de la lámpara. Copia de bronce de las originales del siglo IV-VII. Alt.: 9 cm., Anch.: 9 cm.     

 Lucernas romanas de Quero 

En el lugar denominado Los Quintanarejos han aparecido 13 fragmentos de lucernas recogidos en superficie. La mayoría parecen ser de la segunda mitad del siglo I. Tienen formas y tipologías frecuentes en esa época. Coinciden con los restos de lucernas sepultadas con la erupción del Vesubio que arrasó las ciudades de Pompeya y Herculano en el año 79 de nuestra era. Las lucernas de volutas que corresponden al reinado de Vespasiano (69 - 79) son de las más bellas de todo el Imperio Romano. Es característica su piquera redondeada y alargada en relación con el cuerpo de la lámpara. En su disco se representaban todo tipo de temáticas y composiciones complejas de escenas de la vida cotidiana, la mitología y espectáculos de gladiadores. Uno de los temas más frecuentes fue la representación del símbolo de la victoria conmemorando los diferentes éxitos en sus campañas militares. Su color suele ser rojizo amarillento más o menos tostado. En general, carecen de sigillum o marca del taller. En la primera mitad del siglo II, estas lámparas de volutas desaparecieron definitivamente lo que ayuda a datar los diferentes yacimientos. Se han recogido en el mismo lugar lucernas de disco tipo Dressel 18 y 20 también datadas a finales del siglo I.


A49 Cuatro fragmentos de lucernas de volutas. Tipo Dressel 11, Loeschcke IV. Segunda mitad del Siglo I. Parecen pertenecer a lámparas de cuerpo troncocónico con disco cóncavo y piquera redondeada y corta. Pueden llevar asa o carecer de ella. 

  1. Fragmento más oscuro con parte de la orla y el inicio de la voluta. Alt.: 2 cm., Anch.: 3 cm.

  2. Fragmento del ellychnium de color rojizo. Alt.: 1 cm., Anch.: 1 cm.

  3. Fragmento de disco con margo con varios tonos desde el rojo al negro. Alt.: 2 cm., Anch.: 2 cm.

  4. Fragmento del cuerpo de la lámpara de color marrón oscuro. Alt.: 1,5 cm., Anch.: 3 cm. 

A50 Tres fragmentos de lucernas de disco. Tipo Dressel 28, Loeschcke VIII. Segunda mitad del Siglo I. Parecen ser de talleres centro itálicos o de Isturgi (Andújar). 

  1. Fragmento con el inicio de la decoración del disco y parte del margo. Alt.: 2,5 cm., Anch.: 2 cm.

  2. Parte del discus con margo y piquera redonda. Alt.: 1,5 cm., Anch.: 6 cm.

  3. Fragmento de manubrium con agujero. Alt.: 3 cm., Anch.: 3 cm. 

A51 Tres fragmentos de lucernas de disco. Tipo Dressel 28, Loeschcke VIII. Segunda mitad del Siglo I.

  1. Manubrium redondeado con agujero central. Alt.: 3 cm., Anch.: 2 cm.

  2. Margo con relieve de barbotina que remata el cuerpo troncocónico de la lámpara.Alt.: 2,5 cm., Anch.: 4 cm. 

  3. Disco cóncavo con amplias molduras. Alt.: 3,5 cm., Anch.: 2,5 cm. 

A52 Asa o manubrium de lucerna grande policandelia. Posiblemente de una lucerna de disco. Tipo Dressel 28, Loescchke VIII. Segunda mitad del Siglo I. Barro ocre claro anaranjado. Asa con agujero central con la parte superior decorada con tres líneas incisas y la parte inferior con espiguilla. Alt.: 5,5 cm., Anch.: 3,5 cm. 

A53 Dos fragmentos de lucernas de finales del siglo I . 

  1. Fragmento de piquera alargada de color gris. Alt.: 1,5 cm., Anch.: 2,5 cm.

  2. Fragmento pequeño lateral del depósito de la lámpara. Alt.: 1,5 cm., Anch.: 2 cm.

El Islam. El genio de la lámpara

Las primeras lucernas árabes de la Península son una variación de las tardoantiguas romanas con una influencia visigoda. La boca elevada para echar el aceite, típica de los pequeños recipientes islámicos, es su rasgo característico. La evolución posterior eleva aún más la boca, la piquera se hace más grande y el asa adquiere mayor protagonismo hasta convertirse en un verdadero lazo. La cerámica califal se desarrolla en el Siglo X; a partir del centro principal de Medina-Azahara (fundada en el 936). Las lucernas tienen una forma característica con cazoleta bitroncocónica y cuello más o menos elevado; la piquera es alargada con un canal longitudinal que con el paso del tiempo cada vez se hace más largo. El barro generalmente de color claro a veces iba esmaltado o decorado con gotas o líneas geométricas de verde cobre o manganeso. Los bronces llevan una decoración característica de cordón punteado que evoluciona en siglos posteriores a una decoración más abstracta y con monogramas por todo el cuerpo de la lámpara.

 

La Edad Media. La luz de una época oscura


Durante la Edad Media el aceite de oliva escaseó de tal manera que, en muchos casos, llego a considerarse dinero en efectivo. La iluminación más común de esta época eran los torcheros de hierro para portar antorchas hechas con trapo y sebo aunque tambien había candiles de hierro y cerámica. Su uso estaba restringido para el consumo de los clérigos y las clases altas. Los candiles ardían con aceite de oliva solamente en las iglesias por prescripción de las Sagradas Escrituras. Las lámparas medievales están realizadas con diferentes barros poco refinados y sin utilizar torno o moldes, por lo que tienen el encanto de las formas simples y esquemáticas. Su tipología característica es el cuenco más o menos elaborado, con una base o sin ella y el pellizco donde se apoya la mecha o torzida.

El siglo XVII.

La luz cuando se ponía el sol en el Imperio Español

El paso del Renacimiento al Barroco implica una mayor riqueza de contrastes y texturas de luces y sombras para lograr una mayor expresividad. El arte barroco es emotivo y teatral al utilizar más el sentimiento que la razón. Posee un gran sentido escenográfico porque numerosos artistas incorporan a su obra diversos recursos ilusionistas y la iluminación que procede del teatro. El interior de una iglesia barroca sigue los mismos principios: la exaltación de la luz, el uso de los dorados, el brillo de los mármoles, las numerosas esculturas y pinturas y la distribución del espacio contribuyen a la creación de un gran escenario.

La luz de los candiles en los corrales de comedias marcan la pauta de todo el ambiente del Siglo de Oro Español. El aceite de oliva derrama todo su esplendor en lámparas votivas, candiles, pebeteros y velones que realzan el contraste de las luces y las sombras. Los recipientes para contener el antiguo oro líquido cada vez son de mayor tamaño y realizados con materiales nobles como el bronce, el oro o la plata. Es frecuente la decoración gallonada y el motivo ornamental de concha venera tanto en lámparas votivas como en lámparas de sobremesa. En España aparecen por primera vez formas diferenciadas del resto de Europa como son los velones y las capuchinas que perdurarán con el paso del tiempo.

Los velones característicos son de bronce y tienen como combustible aceite y no cera como en un principio se puede pensar por su nombre. Su forma típica la constituye un mástil que traspasa el cuerpo de la lámpara y está rematado en la parte superior con un elemento decorativo. Pueden tener tambien dos o más pantallas que se suben o bajan con una palomilla y están decoradas profusamente con leones, castillos, guerreros, escudos u otros motivos típicamente castellanos. El cuerpo de la lámpara posee dos o más piqueras decoradas con leones u otros motivos ornamentales. Fueron muy populares hasta finales del siglo XIX cuando se renuevan con motivos neogóticos y modernistas como animales fantásticos, dragones alados, grifos o serpientes. Los velones con varias mechas se utilizaban en entradas y salones mientras que las capuchinas de menor tamaño estaban destinadas a las habitaciones y el ámbito privado. Las capuchinas poseen un cuerpo redondeado que se apoya con un pequeño mástil sobre la base redondeada. Como su nombre indica tienen una capucha adosada que sirve para apagar la llama encendida y un soporte para cogerlas y sujetarlas sin derramar el preciado líquido. Este tipo de lámparas es un prodigio de diseño y funcionalidad, tanto por el sistema de capucha como por el asa que permite mantener con facilidad la lámpara vertical al cogerla.

 

El siglo XVIII. El siglo de las luces

El Rococó empezó como un estilo puramente ornamental en Francia debido a su gran actividad en la manufactura de objetos decorativos en porcelana y plata que se exportan masivamente y obtienen gran éxito entre las clases acomodadas de toda Europa. Los palacios y las casas de los nobles se llenaron de bellos objetos profusamente decorados al gusto francés y su iluminación preferida fueron las velas y las grandes lámparas de cristal. Por el contrario, el pueblo llano siguió utilizando lámparas de aceite y candiles para iluminar sus noches. Los velones y capuchinas tambien continuan utilizandose aunque sus formas evolucionan hacia una ornamentación más cargada y frecuentemente se realizan en bronce plateado.

A la vez que el exceso rococó se produce a mediados de siglo una reacción neoclásica que mira el arte de la antiguedad griega y romana. Winckelman publica en 1754 Las Refexiones sobre la imitación de las obras de arte griegas en la pintura y la escultura, donde recrea el heroísmo clásico y la belleza y perfección de sus obras artísticas. Escribió que el culto griego por la belleza física era un modo de expresar la excelencia de la belleza espiritual interior. Propugna la búsqueda de un arte ideal y equilibrado que coincide con un movimiento general de rechazo al arabesco rococó y que dará lugar a una reforma artística basada en los principios clásicos y que origina las Academias. Tambien, el descubrimiento de Pompeya y Herculano por estas fechas provoca que la estética neoclásica se ponga de moda. La recuperación de los temas clásicos incluye la fascinación por la decoración y la escenografía romanas y por lo tanto se recuperan las formas de las antiguas lucernas y sus soportes para la iluminación. Aunque el siglo de las luces siente predilección por las velas y las grandes arañas de cristal que reparten la luz en mil destellos tambien se utilizan sencillas lámparas de aceite de inspiración clásica.

El siglo XIX. Luz para la intimidad

Los velones, capuchinas y pequeñas lámparas clásicas recuperan la antigua pujanza adquirida en el siglo XVII y se produce una explosión de nuevas formas en la iluminación con la tendencia neoclásica y las nuevas ideas del Romanticismo. La tipología neoclásica de las lámparas de aceite recrean el ideal del mundo griego y romano con sus formas sencillas y ornamentación gallonada o de concha venera. Para realizar estas piezas se continua utilizando materiales nobles como la plata o el bronce y por primera vez aparecen firmadas por los orfebres más famosos de la época. El movimiento romántico se opone a la visión clásica y racional para sugerir la emoción y la expresión puramente intuitiva. El Romanticismo, al principio, recupera lo espiritual y fantástico de la Edad Media y las tendencias decorativas neogóticas con su gusto por los animales fantásticos y dragones. Las formas ornamentales mitológicas y medievales invaden todos los objetos cotidianos y especialmente las lámparas. Los simbolistas continuaron las ideas románticas de lo sublime y transcendente y algunos artistas como Puvis de Chavannes utilizan en sus pinturas y grabados colores fríos y contrastados con la calidez de la iluminación del aceite como metáfora de la vida interior.

El desarrollo industrial del siglo XIX trae consigo nuevas formas de iluminación como la luz de gas, el petróleo y por último la electricidad; pero las lámparas de aceite no perdieron su atractivo y siguieron utilizandose masivamente. Los artistas de escenas cotumbristas muestran las estancias privadas y las habitaciones iluminadas con una suave y cálida luz para realzar la tranquilidad y estabilidad burguesa. Muchas de las lámparas de aceite del siglo XIX son de pequeño tamaño porque se recluyen al ámbito privado del hogar. Hacia 1849 aparece la luz de gas en Madrid con su resplandor brumoso que convive en los espacios públicos con la calidez de los velones y lámparas votivas de aceite. El gas servía para espacios públicos y en el ámbito de la casa solo se utilizaba en la entrada, el vestíbulo o las escaleras por su ventilación; en los salones y las habitaciones siguió imperando la lámpara de aceite por su comodidad y ser menos peligroso que el gas. Incluso hasta mucho después de 1890, cuando se produce la primera instalación del alumbrado público con electricidad en Madrid, la preferencia por el aceite en lugares públicos y privados es general.

El aceite produce una bella luz cálida y dorada que según Gaston Bachelard es -la esencia de la llama que reconforta y calienta el corazón-. Numerosos escritos de la época abundan en la idea general de la calidez y proximidad de la iluminación de aceite frente a la frialdad de la electricidad. Angel Ganivet escribe en 1896 que el candil es el centro del hogar y la unidad familiar porque favorece las relaciones y la proximidad: El candil y el velón han sido en España dos firmes sostenes de la vida familiar, que hoy se va relajando por varias causas, entre las cuales no es la menor el abuso de la luz. El antiguo hogar no estaba constituido solamente por la familia, sino tambien por el brasero y el velón, que con su calor escaso y su luz débil obligaba a las personas a aproximarse y a formar un núcleo común. Poned un foco eléctrico y una estufa que iluminen y calienten toda la habitación por igual y dareis el primer paso para la disolución de la familia. El siglo XX no le daría la razón a Ganivet porque la iluminación eléctrica se impondría sin paliativos y la familia seguiría a pesar de todo hasta la actualidad. Estas frases, a pesar de su exageración, muestran el gran aprecio por la luz mítica y dorada del aceite.

El siglo XX. La iluminación en el mundo rural

Desde principios del siglo XX, las lámparas de aceite se recluyen en el ámbito rural ante el avance imparable de la lámpara incandescente; aunque siguen gozando de gran popularidad por su comodidad y bajo coste. A lo largo de todo el siglo se produce una gran variedad de formas en la cerámica popular y otros materiales nuevos como el latón aplicados a la iluminación. Hasta finales de los años sesenta se siguen utilizando hasta que poco a poco desaparecen por no tener demanda y la propia decadencia de la artesanía popular. Los candiles de cerámica popular en España siguen tres modelos básicos, salvo algunas excepciones: el legado andalusí, el modelo clásico del mediterráneo y la influencia medieval. La influencia del islam de Al-Andalus se extiende no solo por Andalucia sino por toda la península ibérica. Se sigue el estilo de la cerámica califal de Medina-Azahara con su forma característica de cazoleta bitroncocónica con la piquera alargada y asa de lazo y que evoluciona elevando el cuerpo de la lámpara sobre su base. Los candiles de Úbeda (Jaén) siguen la pauta de las lucernas califales esmaltadas con el típico verde esmeralda de varios tonos; tambien se nota la influencia en los velones de cerámica con una o varias piqueras. Otras lámparas de pequeño tamaño esmaltadas en verde o amarillo denotan esta influencia. En Córdoba tambien se producen pequeñas lucernas cerradas y esmaltadas en blanco y decoradas con motivos vegetales en verde o azul, además de las tradicionales califales esmaltadas en blanco y decoradas con verde. Las de Lucena son de cuerpo circular y piquera larga esmaltadas con un fondo amarillento y ornamentación en verde con puntos y rayas.

En Granada evolucionan haciendose mayor el pie de la lámpara y el recipiente del aceite incluye un sopote cilíndrico para vela por lo que son auténticos candiles palmatoria. Los motivos decorativos vegetales incluyen ramos, hojas o flores realizados con verde y azul sobre fondo blanco. En Sorbas (Almería) se siguen modelos nazaríes y medievales que se reducen a un cuenco abierto con piquera y una pequeña asa de lazo; los barnices son de color crema más o menos oscuros con decoración de verdes claros y azules. En Extremadura sobretodo en Salvatierra de Barros continuan los modelos árabes. La cerámica es de color muy rojo y tiene un cuerpo redondeado y cerrado con boca pequeña y asa que evoluciona hasta llegar a un mástil para colgar. Su característica principal es la piquera en forma de serpiente con la boca abierta y ojos redondos. Tambien lleva pequeñas incisiones decorativas como rayas triangulares y circulares por todo el cuerpo de la lámpara. A veces, está esmaltada con barniz blanco cremoso o transparente y motivos ornamentales abstractos de raiz islámica. En Castilla, siguiendo estos mismos modelos islámicos de pie alto y cuerpo de lámpara semiésferico, se producen en Talavera de la Reina y Puente del Arzobispo gran cantidad de candiles de aceite. El tipo más común es el de cuerpo abierto, asa circular y piquera triangular o de pico de cigüeña; tambien en su interior lleva un soporte para vela como en Granada. La decoración se basa en motivos vegetales y rayas de muchos colores predominando los azules, verdes, amarillos y marrones sobre el fondo blanco. Son típicas las rayas rápidas y paralelas como si fueran hierba y los círculos paralelos de diferentes colores. En Talavera tambien hay otros dos tipos: uno de cazoleta abierta nazarí elevada sobre una base de plato con asa y otro con forma de velón con cuatro o más cazoletas pequeñas y abiertas para el aceite. En Aragón, Cataluña y Galicia tambien hay piezas de artesanía popular siguiendo estos modelos aunque son más raros y escasos.

El modelo de candil mediterráneo tambien se extiende de norte a sur por toda la península. Algunas piezas populares de Almería siguen modelos íberos al utilizar barros muy claros y franjas de color rojizo como los candiles de doble asa. En Ibiza se recuperan formas púnicas o fenicias con lámparas abiertas y motivos decorativos clásicos como figuras o animales en relieve. La influencia romana se aprecia en Cespedosa de Tormes (Salamanca) con sus formas cerradas o en los candiles de cabeza de carnero o caballo de Arroyo de la Luz en Cáceres. Hay una curiosa influencia de procedencia griega en La Alberca (Salamanca) mezclada con influencias medievales. Estas lucernas tienen un cuerpo de lámpara redondeado, piquera muy pequeña y asa de cordón. Utilizan motivos decorativos muy particulares de esta región como leones y hojas pintados con rojo y negro. Las aceiteras tienen forma de pequeñas calabazas y repiten los mismos motivos que tambien aparecen en tejidos muy antiguos.

Las piezas más sencillas y robustas de candiles y lámparas de aceite siguen modelos medievales de influencia islámica renovados con motivos cristianos. Están hechas con barros rojos o claros sin barnizar o con barnices negros como la pez. En Moveros (Zamora) se producen con un barro claro que con la cocción adquiere unas irisaciones características. Las formas son redondeadas y llevan un mástil para colgar y piquera tubular rematada con un disco; a veces, llevan una base circular incorporada al cuerpo de la lámpara como si fuera un plato. En Fresno de Cantespino (Segovia) son de barro muy rojo sin barnizar y cuerpo redondeado con mástil fino y doblado en la parte superior. Similares son los candiles de Jiménez de Jamuz en León aunque el mástil es grueso y está rematado con un disco redondeado. Con barros rojos decorados con pequeñas incisiones se producen candiles de gran sencillez y sobriedad en Cespedosa de Tormes. Las piqueras en todas estas lámparas son simples y con formas tubulares para facilitar la introducción de la mecha. Dentro de la tipología medieval se pueden encuadrar otras formas particulares que aparecen en España en sitios bastante alejados entre sí y que pueden pertenecer a una tradición pastoril ya desaparecida. El candil de piedra de las Hurdes tiene una forma rotunda con cazoleta circular tallada y con mástil de una pieza. Tiene una decoración incisa muy esquemática que recuerda signos o pictogramas neolíticos.

Los últimos candiles que se utilizaron en el ámbito rural fueron de latón y sus formas continuaban la tradición del candil de hierro castellano que evoluciona lentamente a partir de su origen medieval. En el siglo XIX, siguiendo el modelo tradicional, tenía dos cuerpos que se adosaban para no derramar el aceite. La decoración más frecuente consistía en formas vegetales, pájaros, cruces o gajos recortados o calados en el hierro; por el contrario, la ornamentación de los de latón era más esquemáticas y marcada con punzón. La artesanía del latón tenía una gran variedad de formas y motivos por lo que es muy difícil encontrar dos iguales, aunque ciertos motivos se repiten según su procedencia. Los artesanos utilizaban determinados patrones para didujar, decorar y cortar los elementos sobre la plancha de latón con gran maestría. El paso del tiempo y la escasez de demanda arrinconó a estos últimos artesanos pero al final sus obras se han convertido en piezas únicas de inigualable belleza.

 

Lámparas del mundo. Una luz espiritual

La India. el fuego cósmico renueva la vida.

El ritual arati

La ofrenda de lámparas arati es una de las formas esenciales del hinduísmo y simboliza el fuego cósmico. El ritual se realiza en honor de Shiva y el sacerdote las agita de una en una ante cada uno de los rostros del lingam. El lingam refleja uno de los mitos principales de Shiva, según el cual se arrancó el falo y lo dejó caer al suelo donde se convirtió en un colosal pilar de llamas. Como objeto de devoción el lingam combina la forma de pilar del falo con uno o más rostros del dios y evoca la dicotomía erótica o ascética invocando el deseo sexual a la vez que el dominio de la mente sobre el instinto o los deseos. Shiva posee aspectos contradictorios como ser creador y destructor, hombre y mujer o tirano y amante.  Las lámparas arati llevan a menudo figuras de animales como el elefante o la cobra y pueden poseer uno o más recipientes para el aceite. 

 

America. El viaje desde las sombras a la luz

El mundo de las sombras o de los muertos está muy relacionado con el de los vivos en las culturas precolombinas. En el mundo superior o de la luz habitan los dioses; en el submundo residen los antepasados y entremedias transcurre la vida de los humanos con sus quehaceres cotidianos. Los rituales y ceremonias en honor de los difuntos son muy importantes para que los ancestros guien los pasos de las siguientes generaciones. Los dioses se encargan de los ciclos de la vida y las cosechas. Uno de los dioses más antiguos es la diosa de la fertilidad o Pachamama. En las culturas ancestrales como Tlatilco (1000-500 A.C.), en el Altiplano Central de México se representa con figuras desnudas con rasgos sexuales muy marcados. Están adornadas con brazaletes, collares y tocados pero carecen de manos y pies porque no son importantes para su sentido ritual. Sí es importante el sexo explícito y se realza el triángulo púbico que alude a la fertilidad de la mujer y la tierra (Cat. nº 1435). Son amuletos para propiciar las buenas cosechas en una sociedad agrícola que cultivaba hortalizas, maiz y calabazas. Figuras mágicas que se relacionaban con rituales que dirigían chamanes donde la música y la danza eran parte importante. Sus cabezas son muy expresivas y frecuentemente aparecen separadas del resto del cuerpo como las tres cabezas del Cat. nº 1443. Los restos de estas figuras aparecen muy fragmentados, lo que hace suponer que se rompían intencionadamente para dejar salir la energía de su interior. De esta manera, se repartirían como semillas de vida y germen de la procreación. En la Cultura Olmeca (1000 A. C. - 300) aparecen Pachamamas sentadas y con el sexo femenino marcado, gran vientre y pechos prominentes (Cat. nº 1491, 1492). A veces con el cráneo deformado como símbolo de nobleza (Cat. nº 1497, 1498, 1499) o figuras sonrientes que parecen enanas con rasgos orientales. Grandes bebés divinos de género femenino que siguen la línea de descendencia materna, (Cat. nº 1496).

Teotihuacán (100 A. C.- 700) fue un complejo ceremonial y político de un estado teocrático. El estamento sacerdotal controlaba las actividades económicas y comerciales además de las ceremonias. Una ciudad de más de doscientos mil habitantes que era un foco de peregrinación por su actividad religiosa y donde aparecen gran número de figurillas. Se utilizaban en rituales de fertilidad y para propiciar la buena suerte (Cat. nº 1460, nº 1466). Tambien aparecen muy fragmentadas y en mayor número solo cabezas. Rostros con pendientes, collares y el cráneo deformado como símbolo aristocrático nobleza. Algunas de estas figuras se piensa que eran danzantes que iban vestidas con telas y plumas. (Cat. nº 1456 al 1459).

Los animales sagrados de los pueblos precolombinos son la serpiente, el felino, el mono y el cóndor. Las cualidades de estos son el complemento a las del ser humano para transcender y acceder al mundo de arriba donde se encuentran los dioses o al de abajo donde habitan los ancestros. La mitología que aparece en la cerámica sigue enviando mensajes en la actualidad. El vaso olmeca con serpientes enroscadas y otros signos incisos posiblemente se utilizaba para recordar a los muertos y propiciar las cosechas (Cat. nº 1428). En Teotihuacán uno de los dioses principales es la serpiente emplumada o Quetzalcoatl (Cat. nº 1482). Su misión era salir de la oscuridad en primavera para renovar la vida y continuar el ciclo vital. Este mito se repite en diferentes culturas de toda América. Otro animal sagrado es Tezcatlipoca (Cat. nº 1481), el dios jaguar que representa la energía y el poder. Las luchas entre Quetzalcoatl y Tezcatlipoca dan lugar a diferentes mundos o soles hasta que el quinto mundo origina el sol naciente. Según los mitos olmecas, el astro rey realizaba un viaje desde las sombras hacia la luz. Los Mayas adoraban el sol y creían en su energía y poder de transformación por eso realizaban sacrificios sangrientos para que siguiera su ciclo en las alturas. Utilizaban cuchillos de obsidiana (Cat. nº 1448) y vasos rituales con forma de calabaza (Cat. nº 1445 al nº 1452). Una sociedad muy jerarquizada que utilizaba la vajilla en numerosos rituales de enterramiento a la vez que era -una moneda social- para intercambiar entre diferentes clanes (Cat. nº 1427).

En las regiones de la costa norte del Perú se desarrollaron las culturas Mochica, Lambayeque y Chimú a lo largo de dos mil años. Estos pobladores norteños mantuvieron relaciones comerciales con otras áreas del sur como los Nazcas hasta la expansión final de los Incas. La cerámica de estas culturas es una de las partes más importantes de la colección por la calidad y cantidad de las piezas reunidas. Estas sociedades realizaban complejos rituales con sus muertos. A la muerte de los líderes se hacían ceremonias para que su viaje al submundo o mundo de las sombras fuera un éxito. En ese trayecto se convertían en los ancestros que cuidarían de los vivos. El entierro de sus líderes se planificaba meticulosamente con la preparación del cuerpo en un fardo con plantas olorosas, adornos, joyas y vestidos. En los rituales, se utilizaban vasijas silbadoras que se llenaban de agua o chicha -bebida fermentada de maiz- para animar con sonidos el tránsito del lider para convertirse en ancestro. En la vasija chimú (Cat. nº 1410) formada por dos búcaros, en uno de ellos se puede observar el fardo del chamán o lider con su tocado unido por un asa al otro recipiente silbador. En los rituales funerarios se masticaba coca como un viaje espiritual para acompañar al difunto. En la vaso chimú (Cat. nº 1422) se puede apreciar el bolo de de hojas en la mejilla o el recipiente de chicha que porta la figura del Cat. nº 1436. En la cerámica mochica se modelaron retratos con adornos y rasgos personales con un alto grado de realismo como en el Cat. nº 1429 o detalles particulares como en la botella ceremonial chimú con cabeza sonriente (Cat. nº 1438). A veces, los rasgos humanos se mezclaban con otros animales.

El felino antropomorfo es una figura mitológica que aparece en numerosas vasijas silbadoras como símbolo del poder, (Cat. nº 1415). Dioses y ancestros se representan con los colmillos y atributos del jaguar. Los líderes políticos-religiosos se identificaban con el poderío del jaguar que inspiraba a la vez respeto y temor. El vaso de estribo mochica Cat. nº 1430 representa el cuerpo de un infante de la élite por sus atributos del tocado y las hombreras con el rostro de un pequeño felino o tigrillo. En el Kero del Cat. nº 1409 se representa un jaguar en relieve que se asocia con el poder y el mundo de ultratumba porque simboliza la fuerza, la grandeza y la fecundidad. El cuerpo del vaso está policromado con una procesión de figuras con ofrendas y cabezas de serpientes símbolos del mundo subterráneo. La talla de este tipo de vasos se realizaba desde el interior hacia afuera del tronco de madera. Así, se vaciaba y se formaban las paredes del recipiente. Beber en el Kero era compartir la esencia interior del ancestro. Se bebía chicha para compartir el espíritu de los antepasados que guiaban el viaje desde las sombras del mundo de los muertos hacia la luz del futuro. Las serpientes se relacionan con -el Uku Pacha o mundo de abajo- y simbolizan los ciclos de la vida y la regeneración por su cambio de piel. A veces, adoptan la forma de espiral y se asocia con el interior de la tierra y los ríos. En la mitología andina tiene el poder de conectar los diferentes mundos y la potencia transformadora del agua que se llamaba Amaru. En el jarro ritual del agua Lambayeque (Cat. nº 1426), se aprecia al dios Nyaynlap, los Ghoas o felinos protectores junto con los nadadores que empujan la balsa sagrada. Este vaso servía para propiciar las lluvias en los ciclos anuales. Aparecen aves como el cóndor representado en las bocas de las vasijas (Cat. nº 1416) porque se asociaban con el ritual del viaje de los ancestros hacia el mundo superior (Cat. nº 1432). En la cultura Chimú, el mono aparece relacionado con creencias totémicas (Cat. nº 1437) y de adoración religiosa al estar relacionado con el mito de la creación del dios Pachacamac, (Cat. nº 1408, 1418 y 1423). A veces, se representan animales por su valor alimenticio como cangrejos (Cat. nº 1417) o peces del jarrón Chimú (Cat. nº1425) para propiciar su captura.

Los rituales Mochica y Chimú interconectaban la sociedad con -el mundo de abajo- o de los muertos y -el mundo de arriba- o de los dioses. Estas ceremonias tenían el objetivo de propiciar los ciclos agrícolas y asegurar que el mundo interior de la Madre Tierra o Pachamama fuera fértil. Y que en este mundo seres humanos y animales se siguieran reproduciendo para continuar la vida. En las cerámicas se muestran escenas en las que dioses, ancestros y seres humanos interactúan incluso con relaciones sexuales como en la pieza (Cat. nº 1433). En ella se puede ver una pareja de alto rango por los detalles del tocado y las orejeras realizando el acto sexual sobre un altar ceremonial. Así, como se unen los dioses, en el mundo terrenal los seres humanos se juntan para procrear y continuar el ciclo de la vida. Las escenas de los vasos Mochica y Chimú se suceden dentro de la cosmovisión andina. Entre el mundo de arriba o de los dioses Ai Apaec y el mundo de abajo o de los antepasados muertos se situa el mundo de los vivos con sus actividades cotidianas. El arte de la cerámica es la expresión más importante de estas culturas por la interacción entre ambos mundos. Fueron probablemente utilizados en riturales para brindar por la tierra y los antepasados. Bebían chicha y regaban con esta bebida alcohólica el suelo que impregnaba la tierra antes de introducir en ella el cuerpo del difunto. Un viaje desde la oscuridad del mundo subterráneo de los muertos a la luz del mundo de los vivos.

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